segunda-feira, 5 de dezembro de 2011

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: ¿UN FINAL FELIZ?

      
Como seguidor de Tolkien, más de una vez he preguntado a otros freakies de la biblioteca si en realidad el Señor de los Anillos tiene un final feliz, o por el contrario constituye el más triste de todos los desenlaces posibles. Yo tiendo a pensar en una trama que concluye felizmente a costa de dejar un escenario apocalíptico. Aparentemente, para el gran público, el final de la trilogía es grandioso. El anillo es destruido, Baradur se desmorona hasta los cimientos, Dol-Guldur y el bosque negro es por fin liberado de monstruos, Aragorn reina y vive el resto de sus días con Arwen, mientras los hobbits regresan a casa, donde tienen que poner solución a los últimos desmanes cometidos por Saruman y Wormtongue.
      Y sin embargo, el libro no termina ahí: todo el mundo lector sabe que concluye en los puertos grises donde los protagonistas del libro inician un viaje sin retorno posible. Una de las últimas frases de Gandalf clarifica la situación: "Go in peace.  I will not say do not weep; for not all tears are an evil". El lector avispado entenderá perfectamente que el desenlace final contiene más lágrimas que sonrisas. No hay continuación posible del libro, porque sencillamente la magia ha desaparecido. Podremos explotar en nuestra imaginación escenarios fantásticos para las primeras edades de la Tierra Media, pero nunca ya para la edad de los hombres que empieza con el reinado de Aragorn. Y aquí toca Tolkien uno de los temas míticos más conocidos de la mitología universal, las distintas edades del hombre entendidas como una caída inexorable, y que curiosamente también Hesíodo concedió el número de cuatro para hablar de ellas: oro, plata, bronce y hierro. La decadencia pues, se abre con el final del libro.

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