domingo, 10 de novembro de 2013

NOCHE DE HALLOWEEN EN LA BIBLIOTECA (I).


1


      El jueves día 31 por la noche se quedaron un grupo de compañeros a hacer un trabajo en la biblioteca, que les había mandado la profesora para   el día de “Halloween”.

      De repente, se escuchó un ruido que venía de la clase de al lado, no le hicieron caso porque pensaron que sería el viento que habría cerrado alguna ventana, y siguieron trabajando. Al cabo de un rato, llamaron a la puerta y las luces de la biblioteca empezaron a apagarse y a encenderse y los chicos se asustaron mucho y comenzaron a gritar, uno de ellos dijo que se callaran y que abrieran la puerta pero nadie se quería levantar. De nuevo volvieron a tocarla y Juan, que era el mayor de todos, se levantó a abrir y sintió una corriente de aire que entraba, cerrando de golpe la puerta. En ese instante, con las luces apagadas, empezó a haber pequeños puntos de luz por toda la habitación y estaban tan asustados que no podían ni hablar ni gritar. Juan, que estaba de pie al lado de la puerta, la volvió a abrir y los puntos de luz salieron por esta y todos se levantaron a ver como se iban, para averiguar lo que podría ser. Pero también les daba un poco de miedo salir fuera porque no sabían si habría alguien, ya que anteriormente llamaron dos veces a la puerta. Como no había luz, cogieron unas linternas y se decidieron a salir. Marcharon hacia el pasillo para averiguar qué era lo que pasaba.

     Iban muy sigilosamente, todos juntos por si acaso les pasaba algo, fueron mirando clase por clase a ver si encontraban a alguien. Al fondo escucharon unas risas, como si fueran de unos niños y ellos con las linternas fueron a ver, pero los muchachos salieron corriendo. Los niños ya estaban tranquilos al saber que eran unos chicos que les habían escuchado y a Ana le pareció verlos a lo lejos. Se fueron a la biblioteca y siguieron haciendo el trabajo ya que ya les quedaba poco.

     Cuando terminaron de hacerlo, recogieron todas sus pertenencias y salieron de la biblioteca. Al bajar por las escaleras, Diego escuchó algo extraño, pero no dijo nada. Cuando iban a salir del Colegio se encontraron la puerta cerrada y no sabían qué hacer, ya que no había nadie para abrirles. Miraron para detrás y vieron unas sombras al lado de la pared. Se fueron hacia ella y les pareció ver un fantasma. Empezaron a gritar y salieron corriendo para arriba sin saber qué hacer. Se escondieron en tutoría y cerraron la puerta. Mercedes, que era muy valiente, les dijo que ella iba a salir para ver lo que pasaba, pero los demás les dijeron que no saliera por si le pasaba algo.

     Al final entre Antonio y Mercedes les convencieron a todos de salir de tutoría para averiguar lo sucedido.

    Bajaron las escaleras de nuevo y volvieron a ver las sombras. Se dirigieron hasta allí y les dieron un susto. Eran sus compañeros de clase que se habían disfrazado para asustarles. Les dijeron que le habían hecho esta broma para que otra vez hicieran el trabajo antes y así podrían salir a disfrazarse y a pasarlo bien con los amigos.

     Se rieron un montón cuando vieron a sus compañeros disfrazados y después de haber pensado que eran fantasmas de verdad. Jamás se les olvidará esta broma con el miedo terrorífico que habían pasado. Al final vino una monja a abrir la puerta del Colegio ya que la habían cerrado ellos pero dijeron que fue el aire quien la cerró. Y les dijeron que los puntos de luz que vieron en la biblioteca los hicieron con un láser. y lo sacaron por la puerta para ver si los seguíais, pero os quedasteis allí.

      Luego se fueron a disfrazarse cada uno a su casa y salieron por la calle diciendo: “truco o trato” y se lo pasaron muy bien.

¡¡¡FELIZ HALLOWEEN!!!

Raquel Sánchez Mariño

Amanita muscaria, seta tóxica típica del otoño, hallada en la Sierrilla.

2



La mañana del 31 de Octubre, Jorge, Luis y Javier subían del recreo cuando vieron a alguien entrar en la biblioteca. Parecía un fantasma. Se iban ya a sus casas  porque eran las dos. Mientras bajaban estaban hablando de cuándo y en dónde quedar esa misma noche para ir disfrazados a pedir caramelos por las calles. Cuando, de repente, al pasar junto a la biblioteca, escucharon unos ruidos que provenían de dentro. Se quedaron junto a la puerta de esta unos instantes y  entonces oyeron unas voces que no sabían de quienes eran. Pensaron que había sido aquel ser al que vieron cuando llegaban del recreo y creyeron que había sido un fantasma ya que era la noche de “Halloween”. Salieron de allí corriendo porque se quedaron perplejos al oír aquello.
Hablaron sobre lo ocurrido hasta que llegaron a sus casas.
Ninguno se lo quería contar a sus padres porque no se lo creerían y además pensarían que no sería verdad.
Estuvieron toda esa tarde hablando por el “whatsapp”  de lo que había ocurrido esa mañana en la biblioteca. Se lo contaron también a todos sus amigos y decían que a lo mejor no tendría por qué ser un fantasma, aunque fuese la noche de “Halloween”. Otros le dijeron que podrían haber sido imaginaciones suyas; otros, que era algún profesor …Uno de los niños a los que se lo contaron les dijo que podían volver por la tarde, ya que esa tarde el Colegio se abría porque había unas competiciones deportivas en las que participaban niños de todo Cáceres. Lo pensaron y, como eran valientes, decidieron volver esa noche, cuando fuesen a pedir caramelos por las calles. Pasaron por la calle Juan XXIII y entraron a ver qué era aquello o ver si era otra cosa aparte de la que pensaban ellos.
Así lo hicieron, fueron todos juntos a comprobar si existía tal fantasma, haciéndose cada uno de ellos valientes y dispuestos a comprobar que no existían tales seres. De repente, una corriente de aire hizo que una de las puertas del pasillo se cerrase violentamente, “¡Ahhhhhhhhhh, sálvese quien pueda!”. Salieron todos ellos a gran velocidad cada uno por un camino diferente.
Fue tal el susto, que cada uno de los niños no dejó de correr hasta llegar a sus respectivas casas; el corazón se les salía por la boca, las piernas les temblaban de tal forma que no podían controlarlas.
Así llegó la hora de irse a la cama, pero apareció Jorge, llamó al timbre de casa, venía acompañado de Luis, y nuevamente con el susto aún en el cuerpo, se encaminaron hacia el Colegio; esta vez cada uno de ellos decidió llevar algo con lo que hacer frente al fantasma: Luis, un cucharón metálico, Jorge, una vieja sartén, y Javier, un bate de béisbol que le tocó en la tómbola de la feria.
Todos iban contentos y decididos, pero surgió la gran duda: ¿Quién entraría primero? Después de mucho discutir decidieron echarlo a suerte; Luis sacó una moneda y dijo que el que acertase entraría primero. Le preguntó a Jorge y este respondió: ¡cara! Entonces tú, cruz. Tanto Jorge como Javier se quedaron pensativos porque había algo que no cuadraba; pero al observar que Luis no entraba en el sorteo le dijeron que con una moneda no se podía sortear.
Al final decidieron entrar todos a la vez, pero aún les temblaban las piernas. Al pasar junto a una puerta, el aire la empujó contra la espalda de Javier, contestando este con tono enfadado que no le empujasen, pues creía que había sido uno de sus amigos. Al fondo vieron aparecer una silueta blanca con una vela, ¡era el fantasma!,  ¡qué miedo!,  se quedaron bloqueados sin moverse del sitio, gritando los tres a la vez: “¡El fantasmaaa…!”, momento en el que aquella silueta con una sábana blanca contestó: “Jajaja, soy el conserje, ¡qué susto os he dado!, ¡es “Hallooween”!. Los niños se quedaron con la boca abierta, ya que les contó que la Directora le había dicho que los asustara un poco para celebrar la fiesta.

Javier Vasallo Martín

3
 
Era la noche de “Halloween” y mis amigos y yo salimos a pedir el “truco o trato”. En el grupo íbamos: Álvaro Nevado, Pedro, Álvaro Velasco y yo, Pilar. Conseguimos bastantes chucherías en el primer tramo del trayecto programado a seguir. En nuestras bolsas había prácticamente de todo, desde chocolatinas hasta unos caramelos sin azúcar que apenas se podían morder. Decididos a llenar dos sacos, fuimos a la calle Argentina y nos topamos con el Colegio. Enseguida pasamos de largo. Aquel lugar no era nuestro favorito. Seis horas cada día allí y muchos exámenes nos habían dejado una mala imagen de él. Seguimos nuestra ruta y paramos en el Perú: La puerta de atrás del Colegio estaba abierta y era día de fiesta. No se nos ocurría nada que pudiera justificar ese hecho ya que, a esas horas de la noche, los profesores no podían tener claustro y las monjas y las internas ya tenían que estar dormidas. Entonces recordé algo absurdo, pero que podía darle una explicación:
Nuestro profesor de Plástica en una de las clases próximas a la noche de los muertos nos contó una leyenda que circulaba entre los profesores desde tiempos atrás. Era la siguiente:
“Hacía ya más de 20 años, una noche de “Halloween” como esta, unos niños se habían colado en el Colegio por un agujero que había en la valla. Inspeccionaron el Colegio y vieron una puerta abierta. Pensaron que habría una monja dentro y, como gamberros que eran, decidieron entrar para asustar a la pobre mujer. Al principio su búsqueda fue complicada. Todo estaba oscuro y no veían nada, pero, por miedo a que los descubrieran, no encendieron la luz. En el primer piso no encontraron indicios de que hubiera alguien en el edificio. Pensaron en darse la vuelta, pero al llegar al segundo piso, una luz se veía al fondo del pasillo. La luz procedía de la biblioteca. Sigilosamente entraron y, en efecto, allí estaba la monja. Se escondieron en un hueco que había detrás de una estantería para cuando la monja fuera a salir, pegarle un susto e irse corriendo. Nada de lo sucedido ocurrió así. La mujer estuvo al menos una hora recogiendo y los chiquillos se quedaron dormidos. Salió de la biblioteca y la cerró con llave; no se había dado cuenta de que había alguien más en la sala. Dicen que después del fin de semana no encontraron a los niños, solo una nota que decía:
“Vosotros nos encerrasteis y nosotros os encerraremos a vosotros.”
Así que, cada año, en la noche de “Halloween” se dice que en el Colegio están los espíritus de los niños, dispuestos a encerrarte como los encerraron a ellos.”
La curiosidad venció nuestros temores. Entramos en el Colegio.
Colocamos una piedra en la puerta para que no se cerrara, así si teníamos que salir corriendo, la huida sería más fácil. Tardamos más de veinte minutos en encontrar nuestro pabellón. Todo estaba oscuro y nos chocábamos con todo.
Al fin llegamos. Aquello no podía ser verdad. La puerta estaba abierta. Nuestros miedos se cumplían poco a poco. Nos detuvimos en la entrada. Debatíamos seriamente si seguir o no. El miedo nos inundaba pero no queríamos ser unos cobardes. Finalmente, tras serenarnos y poner nuestras ideas en orden, decidimos continuar con la condición de que ninguno de nosotros sacara conclusiones precipitadas ante lo que viéramos.
Giramos la esquina para subir las escaleras. Una pequeña franja de luz se veía al fondo, procedía de la biblioteca. Estaba medio cerrada. A lo mejor se habían dejado la luz encendida. Muchas casualidades. Llegamos y nos plantamos ante ella sin saber qué hacer. Abrimos la puerta, entramos y ¡AH! ¡AAAAH!
Tardamos unos instantes en comprender lo ocurrido. Allí estaban nuestros compañeros y profesores. Todo había sido una broma que, cada año, gastaban a los alumnos de primero. Nos escucharon planear nuestra salida al “truco o trato” y, aprovechando la ocasión, lo planearon todo. El profesor nos contó aquella historia para que sospecháramos y con suerte picáramos. A pesar del miedo que pasamos, fue la mejor noche de “Halloween” de mi vida.
 
  
                                                                     Pilar López Asensio


4


Estaba ahí, blandiendo mi espada de fuego, luchando en una encarnizada batalla con aquella fiera de tres cabezas, cuando de un golpe seco ¡zas!, le di el de gracia. Detrás, la hermosa joven se acercaba a mí, agradecida, cuando de repente todo empieza a cambiar y oigo la voz de mi madre:

-¡Gonzalo, despierta ya de una vez! –dijo.
-¡No! ¡Otra vez se estropeó el momento mágico! –protesté.
-¡Vamos, date prisa, que has quedado con Ramiro y la pandilla! –me volvió a decir.
-¡Es verdad! ¡Hoy es el día de “Halloween” y había quedado con ellos! –exclamé yo.
Rápidamente me puse la ropa y … ¡Huy! Si todavía no me he presentado. Soy Gonzalo, tengo doce años, bueno hoy los cumplo,  y vivo en Cáceres; tengo una hermana que se llama Rosa que tiene nueve años y otro hermano de quince que se llama Alfonso. Mi madre se llama Margarita y mi padre Javier.
Como os iba diciendo, me puse la ropa lo más rápido que pude, me calcé las botas y salí disparado. Abajo en la puerta me esperaban todos.
-¡Felicidades! –gritaron al unísono.
-Gracias a todos. –contesté con una sonrisa de oreja a oreja.
-Vamos a celebrar tu cumpleaños a lo grande. –dijo Ramiro.
Estábamos todos: Juan, Guillermo, Álvaro, Javier, Alejandro, Irene, Ramiro, Miguel, Raquel, Inés, Belén, Jorge y yo.
-¿Adónde vamos? –preguntó Jorge.
-Que lo decida el “cumpleañero”–respondió Irene.
-¿Qué os parece si tomamos algo en el Burger y luego vamos a ver a la gente disfrazada? –pregunté yo.
-¡Fabuloso! –contestaron ellos.
Después de haber tomado una buena hamburguesa, fuimos a la Plaza Mayor y nos quedamos asombrados, ¡menuda variedad de disfraces! Unos hechos a mano, otros comprados; unos de fantasmas, otros de vampiros …
Mirando, de repente vi algo extraño, un hombre estaba robando carteras, monederos, bolsos, etc.
Rápidamente avisé a mis compañeros y sin pensárnoslo dos veces, decidimos seguirle. Al darse cuenta de que le seguíamos echó a correr.
-¡Alto ahí! –gritó Jorge –¡No escaparás!
Corríamos tras él, cuando de repente le perdimos al doblar una esquina. Decepcionados dimos la vuelta, no sabíamos qué hacer, se había esfumado. El desfile de disfraces iba a comenzar y nos vimos rodeados por una gran multitud. Al darme la vuelta me choqué con un hombre disfrazado de fantasma.
-¡Disculpe! –dijo el hombre, y me quedé mirándole hasta que se perdió en medio del desfile. Su mirada me inquietaba; intentando olvidarlo metí la mano en el bolsillo buscando el chicle que había comprado aquella mañana. Fue entonces cuando, sin saber de dónde había salido, encontré el sobre. Intrigado lo abrí y lo leí. Tartamudeando dije:
-¡Mirad chicos!
Álvaro lo leyó en alto y todos nos quedamos asombrados. En la carta decía: “Sabemos lo que habéis visto, id a la biblioteca de “La Asunción”, si no queréis tener problemas”.
-Iremos –dijo Ramiro.
-Pero tenemos que equiparnos bien –replicó Guille.
-¡Vamos allá! –exclamé.
Nos encaminamos al Colegio y cuando estuvimos en la biblioteca, oímos un gran aullido detrás nuestro.
-¡¡¡ AUHHHH!!!.
Nos dimos la vuelta y delante teníamos... ¡Un hombre lobo! Se acercaba hacia nosotros mientras seguía aullando, hasta que nos arrinconó. Entonces dijo:
-¡Si no decís nada os dejaré ir! pero si no … y nos enseñó los dientes.
Hubiera sido una situación difícil si no es porque antes de ir al Colegio pasamos por la policía para contar lo que nos había ocurrido. Allí en la biblioteca había dos agentes escondidos que detuvieron al supuesto hombre lobo que resultó ser un conocido carterista de la ciudad. Se lo llevaron esposado mientras nosotros respiramos tranquilos.
Ese día sí que nos lo pasamos ¡¡¡De miedo!!! 



                                                  ALEJANDRO RIVERO MENA


5



Es 1 de noviembre, 10:45.
Es un día desagradable, está lloviendo, hace mucho frío en el patio del colegio. Álvaro comenta que ha escuchado que hay juegos nuevos en la biblioteca. Álvaro, Alejandro, Vasallo, Carlos y yo subimos a jugar. Buscamos juegos por todas partes, pero no encontramos nada nuevo. Entonces, Carlos encontró en las estanterías un libro muy antiguo. No le habríamos hecho caso de no ser por la cara de asombro que le vimos. Nos acercamos todos y le preguntamos que qué pasaba y nos dijo que si queríamos verlo. Vimos un montón de fotos de antiguos profesores y monjas del Colegio. No conocíamos a ninguno. Al lado de cada foto estaba el nombre de cada uno y ponía: desaparecido. Dijimos a coro:
-¡Madre mía!
Colocamos el libro en la estantería muertos de miedo, y de repente, sonó un chirrido. Se abrió la pared y decidimos entrar a ver.
Era un pasadizo. Nos adentramos y caminábamos de puntillas porque estábamos muy asustados. Observé que había raíles. Tras una hora andando, oímos como si algo se acercase. Nos apartamos de la vía en un sitio donde nadie pudiera vernos. A Alejandro se le cayó un boli y fue cuando algo se lo llevó. Seguimos caminando para buscarle pero no veíamos a nadie. Cuanto más nos adentrábamos, menos se veía. Vasallo sacó de su mochila una linterna y vimos una palanca. Tiró de ella y cayó por un agujero. Nos quedamos asombrados.
Seguimos adelante como valientes. Un rato después empezamos a oír voces. Se acercaban a nosotros. Entonces Carlos dijo:
-Parece la voz de Luis.
Y efectivamente era él, pero de otra forma. Tenía la cara verde, ojeras y parecía muerto. Le acompañaban dos enanos. Álvaro dijo que habían hablado esta mañana en clase de esas clases de personas. Eran zombis y los enanos eran gente que les servía.
Carlos se asustó tanto, que saltó delante de ellos y vimos la sombra y cómo se lo comían. Fue algo horrible, ya que, era nuestro amigo.
Seguimos a Luis y a los enanos y conseguimos llegar al final. Había montones de ellos, gente horrible. Se parecían a los del libro.
Álvaro vio a la monja bibliotecaria. Tenía la cara deforme, como si algo la hubiese golpeado. Nos contó que en la noche de “halloween”, a los personajes de los libros les gusta escaparse.
Entonces vimos a nuestros amigos desaparecidos en cápsulas. Los tenían atrapados.
Una luz nos sorprendió a Álvaro y a mí. En un abrir y cerrar de ojos nos encontramos todos sanos y salvos en la biblioteca. Yo abrí el misterioso libro, pero todo era normal. Lo colocamos en su sitio y nos miramos todos asombrados. Sonó una campana. Miramos el reloj y eran las dos de la madrugada. Nos dirigíamos a la puerta de la biblioteca pero estaba cerrada. Detrás de nosotros apareció un hombre encapuchado con un gran palo. Todos gritamos a la vez. El hombre dijo:
-¡Ah, sois vosotros! Pensaba que habían entrado unos ladrones y os he seguido por los pasadizos. He avisado a la policía; pronto vendrán. Era Alfonso, el jardinero. Le contamos lo del libro y las personas que vimos en el pasadizo.
Nos contó, que hacía años, algunos profesores desaparecieron por hacer lo mismo que nosotros. Quedaron atrapados en el pasadizo y todos los años, el día 1 de noviembre, asustan a los niños para que no les pase lo mismo que a ellos.
Le pregunté por qué Luis era un zombi. Nos dijo que por haber sido curioso, le ocurrió lo mismo que a los profesores desaparecidos.

                                                                 Jorge Sánchez Cortés




                                                   
 
 

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