El
jueves día 31 por la noche se quedaron un grupo de compañeros a hacer un
trabajo en la biblioteca, que les había mandado la profesora para el día de “Halloween”.
De
repente, se escuchó un ruido que venía de la clase de al lado, no le hicieron
caso porque pensaron que sería el viento que habría cerrado alguna ventana, y
siguieron trabajando. Al cabo de un rato, llamaron a la puerta y las luces de
la biblioteca empezaron a apagarse y a encenderse y los chicos se asustaron
mucho y comenzaron a gritar, uno de ellos dijo que se callaran y que abrieran
la puerta pero nadie se quería levantar. De nuevo volvieron a tocarla y Juan,
que era el mayor de todos, se levantó a abrir y sintió una corriente de aire
que entraba, cerrando de golpe la puerta. En ese instante, con las luces
apagadas, empezó a haber pequeños puntos de luz por toda la habitación y
estaban tan asustados que no podían ni hablar ni gritar. Juan, que estaba de
pie al lado de la puerta, la volvió a abrir y los puntos de luz salieron por
esta y todos se levantaron a ver como se iban, para averiguar lo que podría
ser. Pero también les daba un poco de miedo salir fuera porque no sabían si
habría alguien, ya que anteriormente llamaron dos veces a la puerta. Como no
había luz, cogieron unas linternas y se decidieron a salir. Marcharon hacia el
pasillo para averiguar qué era lo que pasaba.
Iban
muy sigilosamente, todos juntos por si acaso les pasaba algo, fueron mirando
clase por clase a ver si encontraban a alguien. Al fondo escucharon unas risas,
como si fueran de unos niños y ellos con las linternas fueron a ver, pero los
muchachos salieron corriendo. Los niños ya estaban tranquilos al saber que eran
unos chicos que les habían escuchado y a Ana le pareció verlos a lo lejos. Se
fueron a la biblioteca y siguieron haciendo el trabajo ya que ya les quedaba
poco.
Cuando
terminaron de hacerlo, recogieron todas sus pertenencias y salieron de la
biblioteca. Al bajar por las escaleras, Diego escuchó algo extraño, pero no
dijo nada. Cuando iban a salir del Colegio se encontraron la puerta cerrada y
no sabían qué hacer, ya que no había nadie para abrirles. Miraron para detrás y
vieron unas sombras al lado de la pared. Se fueron hacia ella y les pareció ver
un fantasma. Empezaron a gritar y salieron corriendo para arriba sin saber qué
hacer. Se escondieron en tutoría y cerraron la puerta. Mercedes, que era muy
valiente, les dijo que ella iba a salir para ver lo que pasaba, pero los demás
les dijeron que no saliera por si le pasaba algo.
Al
final entre Antonio y Mercedes les convencieron a todos de salir de tutoría
para averiguar lo sucedido.
Bajaron
las escaleras de nuevo y volvieron a ver las sombras. Se dirigieron hasta allí
y les dieron un susto. Eran sus compañeros de clase que se habían disfrazado
para asustarles. Les dijeron que le habían hecho esta broma para que otra vez
hicieran el trabajo antes y así podrían salir a disfrazarse y a pasarlo bien
con los amigos.
Se
rieron un montón cuando vieron a sus compañeros disfrazados y después de haber
pensado que eran fantasmas de verdad. Jamás se les olvidará esta broma con el
miedo terrorífico que habían pasado. Al final vino una monja a abrir la puerta
del Colegio ya que la habían cerrado ellos pero dijeron que fue el aire quien
la cerró. Y les dijeron que los puntos de luz que vieron en la biblioteca los
hicieron con un láser. y lo sacaron por la puerta para ver si los seguíais,
pero os quedasteis allí.
Luego
se fueron a disfrazarse cada uno a su casa y salieron por la calle diciendo: “truco
o trato” y se lo pasaron muy bien.
¡¡¡FELIZ
HALLOWEEN!!!
Raquel Sánchez Mariño
Amanita muscaria, seta tóxica típica del otoño, hallada en la Sierrilla. |
2
La mañana del 31 de Octubre, Jorge, Luis y Javier subían del recreo
cuando vieron a alguien entrar en la biblioteca. Parecía un fantasma. Se iban
ya a sus casas porque eran las dos. Mientras
bajaban estaban hablando de cuándo y en dónde quedar esa misma noche para ir
disfrazados a pedir caramelos por las calles. Cuando, de repente, al pasar
junto a la biblioteca, escucharon unos ruidos que provenían de dentro. Se
quedaron junto a la puerta de esta unos instantes y entonces oyeron unas voces que no sabían de
quienes eran. Pensaron que había sido aquel ser al que vieron cuando llegaban del
recreo y creyeron que había sido un fantasma ya que era la noche de “Halloween”.
Salieron de allí corriendo porque se quedaron perplejos al oír aquello.
Hablaron sobre lo ocurrido hasta que llegaron a sus casas.
Ninguno
se lo quería contar a sus padres porque no se lo creerían y además pensarían
que no sería verdad.
Estuvieron toda esa tarde hablando por el “whatsapp” de lo que había ocurrido esa mañana en la
biblioteca. Se lo contaron también a todos sus amigos y decían que a lo mejor
no tendría por qué ser un fantasma, aunque fuese la noche de “Halloween”. Otros
le dijeron que podrían haber sido imaginaciones suyas; otros, que era algún
profesor …Uno de los niños a los que se lo contaron les dijo que podían volver
por la tarde, ya que esa tarde el Colegio se abría porque había unas
competiciones deportivas en las que participaban niños de todo Cáceres. Lo pensaron
y, como eran valientes, decidieron volver esa noche, cuando fuesen a pedir
caramelos por las calles. Pasaron por la calle Juan XXIII y entraron a ver qué
era aquello o ver si era otra cosa aparte de la que pensaban ellos.
Así lo hicieron, fueron todos juntos a comprobar si existía tal
fantasma, haciéndose cada uno de ellos valientes y dispuestos a comprobar que
no existían tales seres. De repente, una corriente de aire hizo que una de las
puertas del pasillo se cerrase violentamente, “¡Ahhhhhhhhhh, sálvese quien
pueda!”. Salieron todos ellos a gran velocidad cada uno por un camino
diferente.
Fue tal el susto, que cada uno de los niños no dejó de correr hasta
llegar a sus respectivas casas; el corazón se les salía por la boca, las
piernas les temblaban de tal forma que no podían controlarlas.
Así llegó la hora de irse a la cama, pero apareció Jorge, llamó al
timbre de casa, venía acompañado de Luis, y nuevamente con el susto aún en el cuerpo,
se encaminaron hacia el Colegio; esta vez cada uno de ellos decidió llevar algo
con lo que hacer frente al fantasma: Luis, un cucharón metálico, Jorge, una
vieja sartén, y Javier, un bate de béisbol que le tocó en la tómbola de la
feria.
Todos iban contentos y decididos, pero surgió la gran duda: ¿Quién
entraría primero? Después de mucho discutir decidieron echarlo a suerte; Luis
sacó una moneda y dijo que el que acertase entraría primero. Le preguntó a Jorge
y este respondió: ¡cara! Entonces tú, cruz. Tanto Jorge como Javier se quedaron
pensativos porque había algo que no cuadraba; pero al observar que Luis no
entraba en el sorteo le dijeron que con una moneda no se podía sortear.
Al final decidieron entrar todos a la vez, pero aún les temblaban las
piernas. Al pasar junto a una puerta, el aire la empujó contra la espalda de
Javier, contestando este con tono enfadado que no le empujasen, pues creía que
había sido uno de sus amigos. Al fondo vieron aparecer una silueta blanca con
una vela, ¡era el fantasma!, ¡qué
miedo!, se quedaron bloqueados sin
moverse del sitio, gritando los tres a la vez: “¡El fantasmaaa…!”, momento en
el que aquella silueta con una sábana blanca contestó: “Jajaja, soy el
conserje, ¡qué susto os he dado!, ¡es “Hallooween”!. Los niños se quedaron con
la boca abierta, ya que les contó que la Directora le había dicho que los asustara
un poco para celebrar la fiesta.
Javier
Vasallo Martín
3
Era la noche de “Halloween” y mis amigos y yo salimos a pedir el “truco
o trato”. En el grupo íbamos: Álvaro Nevado, Pedro, Álvaro Velasco y yo, Pilar.
Conseguimos bastantes chucherías en el primer tramo del trayecto programado a
seguir. En nuestras bolsas había prácticamente de todo, desde chocolatinas
hasta unos caramelos sin azúcar que apenas se podían morder. Decididos a llenar
dos sacos, fuimos a la calle Argentina y nos topamos con el Colegio. Enseguida
pasamos de largo. Aquel lugar no era nuestro favorito. Seis horas cada día allí
y muchos exámenes nos habían dejado una mala imagen de él. Seguimos nuestra
ruta y paramos en el Perú: La puerta de atrás del Colegio estaba abierta y era
día de fiesta. No se nos ocurría nada que pudiera justificar ese hecho ya que,
a esas horas de la noche, los profesores no podían tener claustro y las monjas
y las internas ya tenían que estar dormidas. Entonces recordé algo absurdo,
pero que podía darle una explicación:
Nuestro profesor de Plástica en una de las clases próximas a la noche
de los muertos nos contó una leyenda que circulaba entre los profesores desde
tiempos atrás. Era la siguiente:
“Hacía ya más de 20 años, una noche de “Halloween” como esta, unos
niños se habían colado en el Colegio por un agujero que había en la valla.
Inspeccionaron el Colegio y vieron una puerta abierta. Pensaron que habría una
monja dentro y, como gamberros que eran, decidieron entrar para asustar a la
pobre mujer. Al principio su búsqueda fue complicada. Todo estaba oscuro y no
veían nada, pero, por miedo a que los descubrieran, no encendieron la luz. En
el primer piso no encontraron indicios de que hubiera alguien en el edificio.
Pensaron en darse la vuelta, pero al llegar al segundo piso, una luz se veía al
fondo del pasillo. La luz procedía de la biblioteca. Sigilosamente entraron y,
en efecto, allí estaba la monja. Se escondieron en un hueco que había detrás de
una estantería para cuando la monja fuera a salir, pegarle un susto e irse
corriendo. Nada de lo sucedido ocurrió así. La mujer estuvo al menos una hora
recogiendo y los chiquillos se quedaron dormidos. Salió de la biblioteca y la
cerró con llave; no se había dado cuenta de que había alguien más en la sala.
Dicen que después del fin de semana no encontraron a los niños, solo una nota
que decía:
“Vosotros nos encerrasteis y nosotros os
encerraremos a vosotros.”
Así que, cada año, en la noche de “Halloween” se dice que en el Colegio
están los espíritus de los niños, dispuestos a encerrarte como los encerraron a
ellos.”
La curiosidad venció nuestros temores. Entramos en el Colegio.
Colocamos una piedra en la puerta para que no se cerrara, así si
teníamos que salir corriendo, la huida sería más fácil. Tardamos más de veinte
minutos en encontrar nuestro pabellón. Todo estaba oscuro y nos chocábamos con
todo.
Al fin llegamos. Aquello no podía ser verdad. La puerta estaba
abierta. Nuestros miedos se cumplían poco a poco. Nos detuvimos en la entrada.
Debatíamos seriamente si seguir o no. El miedo nos inundaba pero no queríamos
ser unos cobardes. Finalmente, tras serenarnos y poner nuestras ideas en orden,
decidimos continuar con la condición de que ninguno de nosotros sacara conclusiones
precipitadas ante lo que viéramos.
Giramos la esquina para subir las escaleras. Una pequeña franja de luz
se veía al fondo, procedía de la biblioteca. Estaba medio cerrada. A lo mejor
se habían dejado la luz encendida. Muchas casualidades. Llegamos y nos
plantamos ante ella sin saber qué hacer. Abrimos la puerta, entramos y ¡AH!
¡AAAAH!
Tardamos unos instantes en comprender lo ocurrido. Allí estaban
nuestros compañeros y profesores. Todo había sido una broma que, cada año,
gastaban a los alumnos de primero. Nos escucharon planear nuestra salida al
“truco o trato” y, aprovechando la ocasión, lo planearon todo. El profesor nos
contó aquella historia para que sospecháramos y con suerte picáramos. A pesar
del miedo que pasamos, fue la mejor noche de “Halloween” de mi vida.
Pilar
López Asensio
4
Estaba ahí, blandiendo mi espada de fuego, luchando
en una encarnizada batalla con aquella fiera de tres cabezas, cuando de un
golpe seco ¡zas!, le di el de gracia. Detrás, la hermosa joven se acercaba a
mí, agradecida, cuando de repente todo empieza a cambiar y oigo la voz de mi
madre:
-¡Gonzalo, despierta ya de una vez! –dijo.
-¡No! ¡Otra vez se estropeó el momento mágico! –protesté.
-¡Vamos, date prisa, que has quedado con Ramiro y
la pandilla! –me volvió a decir.
-¡Es verdad! ¡Hoy es el día de “Halloween” y había
quedado con ellos! –exclamé yo.
Rápidamente me puse la ropa y … ¡Huy! Si todavía no
me he presentado. Soy Gonzalo, tengo doce años, bueno hoy los cumplo, y vivo en Cáceres; tengo una hermana que se
llama Rosa que tiene nueve años y otro hermano de quince que se llama Alfonso.
Mi madre se llama Margarita y mi padre Javier.
Como os iba diciendo, me puse la ropa lo más rápido
que pude, me calcé las botas y salí disparado. Abajo en la puerta me esperaban
todos.
-¡Felicidades! –gritaron al unísono.
-Gracias a todos. –contesté con una sonrisa de
oreja a oreja.
-Vamos a celebrar tu cumpleaños a lo grande. –dijo
Ramiro.
Estábamos todos: Juan, Guillermo, Álvaro, Javier,
Alejandro, Irene, Ramiro, Miguel, Raquel, Inés, Belén, Jorge y yo.
-¿Adónde vamos? –preguntó Jorge.
-Que lo decida el “cumpleañero”–respondió Irene.
-¿Qué os parece si tomamos algo en el Burger y
luego vamos a ver a la gente disfrazada? –pregunté yo.
-¡Fabuloso! –contestaron ellos.
Después de haber tomado una buena hamburguesa,
fuimos a la Plaza Mayor y nos quedamos asombrados, ¡menuda variedad de
disfraces! Unos hechos a mano, otros comprados; unos de fantasmas, otros de
vampiros …
Mirando, de repente vi algo extraño, un hombre
estaba robando carteras, monederos, bolsos, etc.
Rápidamente avisé a mis compañeros y sin
pensárnoslo dos veces, decidimos seguirle. Al darse cuenta de que le seguíamos
echó a correr.
-¡Alto ahí! –gritó Jorge –¡No escaparás!
Corríamos tras él, cuando de repente le perdimos al
doblar una esquina. Decepcionados dimos la vuelta, no sabíamos qué hacer, se
había esfumado. El desfile de disfraces iba a comenzar y nos vimos rodeados por
una gran multitud. Al darme la vuelta me choqué con un hombre disfrazado de
fantasma.
-¡Disculpe! –dijo el hombre, y me quedé mirándole
hasta que se perdió en medio del desfile. Su mirada me inquietaba; intentando
olvidarlo metí la mano en el bolsillo buscando el chicle que había comprado
aquella mañana. Fue entonces cuando, sin saber de dónde había salido, encontré
el sobre. Intrigado lo abrí y lo leí. Tartamudeando dije:
-¡Mirad chicos!
Álvaro lo leyó en alto y todos nos quedamos
asombrados. En la carta decía: “Sabemos lo que habéis visto, id a la biblioteca
de “La Asunción”, si no queréis tener
problemas”.
-Iremos –dijo Ramiro.
-Pero tenemos que equiparnos bien –replicó Guille.
-¡Vamos allá! –exclamé.
Nos encaminamos al Colegio y cuando estuvimos en la
biblioteca, oímos un gran aullido detrás nuestro.
-¡¡¡ AUHHHH!!!.
Nos dimos la vuelta y delante teníamos... ¡Un
hombre lobo! Se acercaba hacia nosotros mientras seguía aullando, hasta que nos
arrinconó. Entonces dijo:
-¡Si no decís nada os dejaré ir! pero si no … y nos
enseñó los dientes.
Hubiera sido una situación difícil si no es porque
antes de ir al Colegio pasamos por la policía para contar lo que nos había
ocurrido. Allí en la biblioteca había dos agentes escondidos que detuvieron al
supuesto hombre lobo que resultó ser un conocido carterista de la ciudad. Se lo
llevaron esposado mientras nosotros respiramos tranquilos.
Ese día sí que nos lo pasamos ¡¡¡De miedo!!!
5
Es 1 de noviembre, 10:45.
Es un día desagradable, está lloviendo, hace mucho
frío en el patio del colegio. Álvaro comenta que ha escuchado que hay juegos
nuevos en la biblioteca. Álvaro, Alejandro, Vasallo, Carlos y yo subimos a
jugar. Buscamos juegos por todas partes, pero no encontramos nada nuevo.
Entonces, Carlos encontró en las estanterías un libro muy antiguo. No le
habríamos hecho caso de no ser por la cara de asombro que le vimos. Nos
acercamos todos y le preguntamos que qué pasaba y nos dijo que si queríamos
verlo. Vimos un montón de fotos de antiguos profesores y monjas del Colegio. No
conocíamos a ninguno. Al lado de cada foto estaba el nombre de cada uno y
ponía: desaparecido. Dijimos a coro:
-¡Madre mía!
Colocamos el libro en la estantería muertos de
miedo, y de repente, sonó un chirrido. Se abrió la pared y decidimos entrar a
ver.
Era un pasadizo. Nos adentramos y caminábamos de
puntillas porque estábamos muy asustados. Observé que había raíles. Tras una
hora andando, oímos como si algo se acercase. Nos apartamos de la vía en un
sitio donde nadie pudiera vernos. A Alejandro se le cayó un boli y fue cuando
algo se lo llevó. Seguimos caminando para buscarle pero no veíamos a nadie.
Cuanto más nos adentrábamos, menos se veía. Vasallo sacó de su mochila una
linterna y vimos una palanca. Tiró de ella y cayó por un agujero. Nos quedamos
asombrados.
Seguimos adelante como valientes. Un rato después
empezamos a oír voces. Se acercaban a nosotros. Entonces Carlos dijo:
-Parece la voz de Luis.
Y efectivamente era él, pero de otra forma. Tenía
la cara verde, ojeras y parecía muerto. Le acompañaban dos enanos. Álvaro dijo
que habían hablado esta mañana en clase de esas clases de personas. Eran zombis
y los enanos eran gente que les servía.
Carlos se asustó tanto, que saltó delante de ellos
y vimos la sombra y cómo se lo comían. Fue algo horrible, ya que, era nuestro
amigo.
Seguimos a Luis y a los enanos y conseguimos llegar
al final. Había montones de ellos, gente horrible. Se parecían a los del libro.
Álvaro vio a la monja bibliotecaria. Tenía la cara
deforme, como si algo la hubiese golpeado. Nos contó que en la noche de “halloween”,
a los personajes de los libros les gusta escaparse.
Entonces vimos a nuestros amigos desaparecidos en
cápsulas. Los tenían atrapados.
Una luz nos sorprendió a Álvaro y a mí. En un abrir
y cerrar de ojos nos encontramos todos sanos y salvos en la biblioteca. Yo abrí
el misterioso libro, pero todo era normal. Lo colocamos en su sitio y nos
miramos todos asombrados. Sonó una campana. Miramos el reloj y eran las dos de
la madrugada. Nos dirigíamos a la puerta de la biblioteca pero estaba cerrada.
Detrás de nosotros apareció un hombre encapuchado con un gran palo. Todos
gritamos a la vez. El hombre dijo:
-¡Ah, sois vosotros! Pensaba que habían entrado
unos ladrones y os he seguido por los pasadizos. He avisado a la policía;
pronto vendrán. Era Alfonso, el jardinero. Le contamos lo del libro y las
personas que vimos en el pasadizo.
Nos contó, que hacía años, algunos profesores
desaparecieron por hacer lo mismo que nosotros. Quedaron atrapados en el
pasadizo y todos los años, el día 1 de noviembre, asustan a los niños para que
no les pase lo mismo que a ellos.
Le pregunté por qué Luis era un zombi. Nos dijo que
por haber sido curioso, le ocurrió lo mismo que a los profesores desaparecidos.
Jorge Sánchez Cortés
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